TÝFLOSE TA MÁTIA
El ojo que no distingue entre las malas hierbas
al saltamontes de la mariposa, a la raíz dormida
de la serpiente inmóvil,
redondo como gota de miel,
como lágrima de cristal que contuviera
su parte de cielo y su pequeña tormenta,
ese ojo útil y aún tan ingénuo,
ese ojo que se cierra lentamente para soñar,
ojo necesario e inimitable,
ojo que el negro aguijón del adversario horada
y vacía, ese ojo ciego, líquido, gris,
ese ojo de agua turbia y reflejos de turmalina,
ese ojo velado,
precio que se paga muchas veces
por la libertad de sentir lo que no se ve.
Salvador Alís (Kolympia, 11 - XI - 2015).
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