"monstrum in fronte, monstrum in animo" (Nietzsche, "El problema de Sócrates", en Cómo se filosofa a martillazos.)
Gracias te doy, enemigo mío, por mantener vivo mi odio por tu voz, por tu fealdad, por tu malignidad, por tu compendio de todo vacío y toda insignificancia.
A tu lado, demonio seco y reseco y crujiente y maloliente, cualquiera de mis gatas es una diosa.
Este odio causado me mantiene alerta y perfila mi amor por lo que importa.
Me presento como payaso de día y como sereno de noche, hábilmente sin cambiar de maquillaje salgo por esta puerta y vuelvo a entrar por la misma en posesión de todas las llaves.
Este odio como sangre negra y como veneno auditivo: "Nero" como negro y "Nigro" como maestro de Bobby Fischer. Nuestro tablero de ajedrez se está moviendo. Algunas piezas del juego pueden caer.
El descubrimiento de la anorexia vertical: el enano ante el espejo cree medir más de dos metros de altura.
Y el séquito de enanos mentales tras cualquier Petit Napoléon, a la conquista de lo inconquistable.
Su voz esta mañana como voz diferente, como voz amada. Ella tiene algo y todo de gata, de felina rubia y dorada adormecida en el seno de una selva que no descansa.
Descubierta y señalada la falacia del zoológico, panteras negras en el autobus.
Bajo el sol: "Dice Aristóteles que para vivir en soledad hay que ser animal o dios. Falta aclarar que hay que ser lo uno y lo otro: filósofo." (Nietzsche, "Sentencias", op. cit.)
Enormes banderas. Argumentos ad hominem. ¿Quién en su sano juicio desearía estar solo, siempre solo, hasta el final?
Salta el caballo a la casilla equivocada; se queja el peón; mete el asesino al alfil como bala en el revólver; el rey se enroca; la reina ataca.
Sobre una torre, la tormenta; sobre la otra, el cielo azul.
Trepanaría tu cráneo con tal de saber y desechar. Mis palabras buscan tu silencio, reseco y maloliente demonio sentado sobre mi sueño y sin dejarme respirar.
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