sábado, 11 de abril de 2015

SENECTUD

SENECTUD

Finjo que los problemas del mundo me interesan,
pero cada vez deseo pasar más tiempo a oscuras y en la cama.
Compro libros sabiendo que nunca voy a leerlos.
Hace años que dejé de ir al cine. No me gustan las películas
actuales, ni la música actual (salvo excepciones).
Si paseando por las calles me veo lateralmente en algún espejo,
me veo envejecido y mis ojos se asombran pero yo no,
pues soy lo que veo y de mí se refleja, y el disfraz es mental
y sólo sirve para pensarse y engañarse en soledad.
Todo lo dejo para mañana por pereza infinita,
y para el día siguiente y la otra semana y el mes de más allá.
Siento un gran desprecio por las multitudes
y las ideas comunes, fealdad extrema y exceso de formas.
El mundo está lleno de pasásitos -me digo exagerando,
cada vez más gente en las calles, en las carreteras,
en los trenes, en los barcos, en los aviones,
yendo a ninguna parte pues todos los lugares son el mismo
e inevitablemente cada uno vuelve a su punto de partida.
Recuerdo, como si fuese ayer, mi punto de partida;
y recuerdo todos y cada uno de mis ayeres.
Simplemente vivo en esos recuerdos e invento otros posibles.
Que yo sea importante para quién, que yo deba vivir
más o mejor o por delante de otros, que yo alcance mi sentido
y lo reconozca y lo comprenda. ¿Dónde está el problema?
Ya no siente el aroma del amor mi olfato perdido;
mi loca y desconcertada nariz en su renovación
huele las flores y los frutos y hasta el lejano bosque 
y el azufre amarillo y el arándano negro. Pero el amor no.
Finjo que trabajo para ganarme la vida, que me interesan
las condiciones laborales, y coincido con aquellos
que fingen lo mismo que yo. La verdad es que pierdo la vida
en la torpe ilusión de ganarla, mientras se escapa el tiempo
como una liebre entre las garras de su alado cazador.
En la rutina de las tardes, las partidas no jugadas,
las copas de cristal sujetas por el tallo. A duras penas duermo
en una habitación sin luz porque la luz ya no me atañe.
Y se junta el polvo con el polvo en los libros frente a mí.
Y escribo sin que ya ningún papel aumente este desorden.
Hace años que dejé de ir a la playa. Y aunque vivo en una isla,
del mar apenas me gusta la superficie (si no está alterada).
Finjo que los problemas del mundo me interesan,
pero el mundo se erosiona y reduce su tamaño dando vueltas
alrededor de un eje inestable, alrededor de un sol que se muere,
como todo en este vasto universo, cuando más brilla.

Salvador Alís.









     


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