domingo, 29 de marzo de 2015

DE PIEDRA

DE PIEDRA  

     Recogerás todavía algunas piedras del camino, al pasar junto a ellas,
aunque sean iguales a otras que ya tuve entre manos,
que ya perdí o lancé lejos, que ya sentí como mías, acariciadas y secas,
resbaladizas o pesadas como el mismo mundo con sus luces
y sombras y el laberinto donde persigues o te persigue la confusión.

     Esas piedras de la locura que ruedan como palabras por la lengua,
inclinadas hacia la menor comprensión, donde la pira y el nudo y el hierro
se unen en torno a un cuerpo que deben abrir y extender y comprimir
para que el misterio no parezca tal misterio y brille el ingenio donde falta.

     Piedras de cristal y piedras pendientes de los árboles como frutos
que comienzan a madurar. Se desharán en tus manos 
los hielos y las ascuas, el agua y el humo símbolos de lo inaprensible.

     ¿Qué mejor lugar para el alma cansada que la piedra inmóvil?
Mas no la solemne estatua repetida que bordea mi camino,
ni las aovadas pequeñas piedras que el mar expulsa porque mueren,
ni la piedra en que tú piensas, ni la piedra que te imagina.

     Recogerás todavía algunas piedras del corazón porque te sueñan,
porque encierran palabras que dicen lo que yo quisiera decir
y no digo, piedras que nadie en su sano juicio recogería,
que refulgen en la noche del caminante que no duerme y le indican,
como por accidente o casualidad, su inevitable dirección y su destino.

Salvador Alís.


     

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