EN EL BOSQUE
No en los libros innumerables, valorados por más o por menos,
leídos o deshojados.
No en los gatos en miniatura, atados a su brillo y a su polvo
en las estanterías.
No en las viejas carpetas donde se pegan los dibujos unos con otros
y se mezclan calaveras con autorretratos.
No en los cuadernos negros, tampoco en las blancas cuartillas,
apuntes infinitos e innecesarios.
No en las canciones que agitan nuestros corazones,
todavía con sus claras voces al borde de un borroso acantilado.
No en las playas del ayer ni en los veranos del mañana,
ni en los castillos de arena o de piedra,
ni en las calles de esta ciudad donde no hallarás respuesta.
No en los objetos cotidianos y personales, ni en la copa de vino inacabada
ni en el cigarrillo humeante, ni en la almohada aún caliente,
ni en las botas de suela de hierro ni en las gafas de 2,5 aumentos.
No en las pinturas, ni en los tigres, ni en la noche donde ya no estoy
ni en el día que no me levanta.
No en las miles de fotografías de todo lo que vi,
en las sombras de mis ojos que algún día fueron verdes.
No en los secretos ni en los enigmas, en la mitad de mi cuerpo
inalcanzable, en los errores y en los pasos perdidos.
No en las palabras que aquí se deslizan como fracaso
en la pendiente.
No en los abrazos que el recuerdo pinta de colores,
ni en los cuentos imaginados ni en los sueños que regresan.
No en las caricias ni en las confidencias,
ni siquiera en el amor que supones verdadero.
No en el fruto prohibido, ni en la tentación, ni en el proyecto,
ni en la meta lograda, ni en la compasión, ni en la cosecha ni en el azar.
Cuando yo me haya ido, si quieres encontrarme otra vez,
no te detengas ante el bosque, porque yo...,
yo soy el bosque.
Salvador Alís.
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