En definitiva un banco puede ser atracado de dos formas: desde el exterior o desde el interior. Algo parecido ocurre con nuestro cuerpo, vulnerable ante los fieros leones y los helados virus. Que un desgraciado entre en la oficina del dinero portando una pistola simulada es intolerable. Cosa distinta es que el contable derive millones a su cuenta privada como quien no sabe nada. Animales horrendos son los murciélagos, reservorios de la mutación letal del maligno ébola. Según los expertos (¿médicos o políticos?), ante la duda mejor sacrificar al perro. Con un silogismo similar se podría concluir que la mejor manera de contener una epidemia es incinerar a todos los afectados. Y con los mismos razonamientos, desactivar a los profesionales de la extorsión, el desvalijamiento y el abuso. Periódicamente las industrias farmacéuticas ponen en circulación a sus bichitos, y luego juegan a inventar una vacuna. Cuarenta años ebolando África y en 2014 el gran experimento: la expansión y la externalización. Nada nuevo si se recuerdan sida, vacas locas, gripe aviar, gripe a, ántrax y demás terrorismos biológicos. La ministra del ramo no puede ocultar su cara de madera. Se criminalizan virus fantasmales, cuando el rey de los virus, el más temible y el que más muertes causa es el dinero. El próximo fin de semana, el tema estrella no será el fútbol sino el miedo. Se acerca el invierno y el frío. Muchos tendrán fiebre y nuestros gobiernos esperan que los ataques de pánico, como de costumbre, oculten al verdadero enemigo.
No tenía ninguna fe en nuestro destino, pero ahora, ante la incompetencia y el nerviosismo de los atracadores, ante sus chapuceros ataques y su delatada estrategia, me pasa por la cabeza la idea de que aún podemos cambiar el paso (o echar a andar) y formar un frente que detenga la amenaza.
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