sábado, 6 de septiembre de 2014
EL DILEMA DEL LENGUAJE
Imaginemos que usted no emplea habitualmente más que unos cientos de palabras, mientras que yo tengo como libro de cabecera un viejo y grueso diccionario cuyas tapas despegadas evidencian un prolongado estudio. Imaginemos que usted se vanagloria de haber leído un par de libros este año, mientras que yo me asfixio en mi dormitorio-biblioteca y en el incesante ir y venir de los volúmenes. Imaginemos que su cerebro no elabora ideas y el filtro de usted ante los estímulos soló permite el paso de vaguedades, mientras yo poseo varios cerebros saturados y tengo que guardar el exceso de mis ideas en cajas y cajones, en armarios y en paredes. Imaginemos que, como usted, hay muchos analfabetos críticos con todo aquello que no entienden ni alcanzan. Imaginemos que, por puro azar, yo debo escuchar cada día sus cien palabras repetidas, sus imitaciones dignas de la garganta de un loro inconsciente, sus insensateces esgrimidas como certezas. Imaginemos que usted no sabe qué mantiene a flote una isla, que usted confunde el fútbol con la divinidad porque gol se parece a god y el fútbol lo inventaron los ingleses, que usted siente ansiedad ante el otro sexo y aun incluso ante su mismo sexo porque nunca ha tenido el valor de experimentar y profundizar. Imaginemos que usted apuesta por el caballo ganador y nunca arriesga, que usted vota temerosamente a los conservadores. Imaginemos que usted es mezquino y egoísta, que usted vivirá para nada y que, tras su vida, nada aportará a nadie en particular, y mucho menos a la totalidad. Imaginemos que sus dedos son veloces y simples ante el teclado virtual y facilitador de un móvil, pero incapaces de sostener un lápiz, una pluma o un pincel, y trazar el más intuitivo garabato. Imaginemos que usted es un creyente nato o un crédulo impenitente. Imaginemos que usted y yo nos miramos a los ojos cada día, y que usted vuelve la vista a la derecha para construir sus mentiras, o a la izquierda porque cree ciegamente que su verdad es una verdad general, mientras yo mantengo la mirada fija en línea recta porque no creo en nada ni tengo dudas al respecto. Imaginemos que usted tiene una doble vida, que temprano en la mañana se disfraza con su bata blanca o verde, que por las noches frecuenta tugurios musicales, que cuenta como el avaro sus horas extras, que engaña a su sombra en una infeliz huida hacia delante. Usted y yo tenemos un problema. Un oscuro dilema con el lenguaje. Libros no leídos le dirán quién soy. Canciones no escuchadas serán la banda sonora de esta película al revés. Mil putas desconocidas y perdidas le hablarán de mí. En el fondo de un río, entre piedras plateadas y peces de colores, sigue oxidándose mi navaja. No le pido a usted que lo entienda, ningún comentario espero de la escritura. Duermen todos los cuadros imaginados en esbozos callados. Esa fuente inagotable de energía está por inventarse.
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