En el mismo instante del tiempo, con independencia de las horas locales, en todas las televisiones, pantallas de ordenador y móviles de cualquier tipo, en todos los países del mundo, y hablando en el lenguaje propio de cada uno, apareció el mismo rostro con los ojos cerrados. Un segundo más tarde el personaje universal abrirá los ojos y pronunciará un discurso.
Mi nombre es Cero. Estoy aquí para cambiar el mundo. Para acabar con vuestro escepticismo, dentro de cinco días os haré sentir una muestra de mi poder. En el mismo instante del tiempo comenzará una larga noche en todo el planeta. Mientras dure este fenómeno no se verá el sol, ni la luna, ni las estrellas ni otros objetos luminosos en el cielo. A su término, me veréis de nuevo y os hablaré otra vez. La noche durará 7.200 minutos.
El propósito de Cero consistía en dar un número finito de instrucciones. Esas instrucciones se darían lentamente, sucesivamente y, de ser desobedecidas en su plazo, traerían consigo nuevas muestras del poder de Cero.
El rostro del personaje universal llamado Cero recordaba vagamente una mezcla de las facciones olímpicas, el color de los indios de dos continentes y los ojos de los orientales, con las mejillas y la frente manchadas de barro y cabellos trenzados en delicadas trenzas.
Espero que el mundo comprenda que estoy aquí para cambiar el mundo. Espero que todos reflexionen y se preparen para la primera instrucción. Eso ocurrirá cuando se cumplan los plazos de la reflexión y la noche. Y prepararse y reflexionar no consiste en reunirse políticos, militares, financieros, religiosos y científicos, para preguntarse qué soy y qué amenaza represento.
Cero dijo entonces que era invulnerable e indestructible según los conceptos de vulnerabilidad y destrucción de la raza humana.
Soy un alma pura. No tengo cuerpo. No estoy en ningún sitio, no ocupo ningún espacio, pero estoy en todas partes visible para vosotros.
Como era de prever los escépticos se preguntaron qué pirata informático había conseguido tal proeza. No reflexionaron ni se prepararon durante los cinco días anteriores a la noche. Pero al llegar la noche se preocuparon y empezaron a reflexionar y prepararse.
Fracasaron, como ya predijo Cero. Cuando el último segundo de la noche estaba por dar paso al primer segundo del día, ningún país con sus políticos, militares, financieros, religiosos y científicos había podido entender que era Cero y como defenderse o negociar con él.
La noche de 7.200 minutos había producido el efecto buscado.
La forma en que reflexionaron otros estamentos sociales es inenarrable.
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