domingo, 22 de junio de 2014

APUNTES 2014 / V

Ya que he confesado públicamente que me gusta el vino, por qué no hacer otras confesiones íntimas de igual o similar calado. Diré que nací neutral y me hicieron cristiano, que abandoné la liturgia por la cinematografía, que me hice anarquista por convicción. Que más tarde me deslumbrarón los discursos de Hitler y las enseñanzas de Don Juan. Que fui budista, hunduista, y aprendiz de zen. Que antes de leer a Tolstói, a Gorki, a Chejóv y a Dostoyevski, me eran familiares Lenin y Trotski. Que antes de los haikus de Bashô -"la luna de la montaña / ilumina también / a los ladrones de flores"- conocí los poemas de Mao. Siempre a la contra y partidario del teatro del absurdo y el teatro de la crueldad. Partidario de los héroes verdaderos frente a los dictadores de flauta y tambor. Diré que prefiero a Gandhi y al Che sobre cualquier Papa y cualquier General. Que palabras de Allende se grabaron en mi memoria y echaron raíces frente a las flores de plástico de tantos oradores. "Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor." Que prefiero el sol o las lentejas de Diógenes a las sombras eléctricas y la abundancia sin límite de nuestras ciudades. Que soy un humorista nato, un payaso sin maquillaje que hace llorar a los niños y aburre a los mayores. Pero tengo el consuelo de la mirada comprensiva del último tigre desalojado, todavía en su jaula, lejos de los aplausos en este circo decadente donde las pulgas se han adueñado del espectáculo.

Componer un haiku no es tarea complicada, a veces fluyen en su ligereza. De este y de otros temas me gustaría hablar con mi amigo, el poeta Francisco Ruiz. Escribo los haikus que siguen en su honor:

Tormenta de junio.
De arriba abajo cae la lluvia,
de abajo arriba asciende el humo.

La gata blanca cierra los ojos.
Una nube en el cielo se detiene
y el sol juega al escondite.

No es tarde todavía
para expresar un pensamiento.
Pero este sueño es inexplicable.

Entre las claras palabras:
espacios vacíos. La sombra de la torre
durará más que la torre.

Un haiku tras otro haiku.
Ahora es de noche.
Mañana algunos pájaros echarán a volar.

En nuestros días, cualquier adolescente ha visto cuerpos desnudos; sabe, no sólo cómo es su sexo, sino cómo es el sexo de otros. El hombrecito ha visto a sus jóvenes amigas, y a las madres de sus jovenes amigas, abiertas de par en par. La mujercita, tanto de lo mismo. En nuestros días no hay un tabú para la espada ni para la herida. Mi primer contacto con un sexo ajeno fue por debajo de un pantalón, deslizándose mi mano sobre la tibia piel de un vientre hasta encontrar anchura y humedad. El tacto, el olfato y el oído antes que el gusto y la visión.

Cretinos los hay en todas partes, tan lejos y tan cerca, que jamás en su torpe vida han leído un párrafo memorable, pero conocen dos o tres frases hechas, y hasta tienen un juicio aprendido para juzgar alguna cosa. Lectores de titulares, risueños ante los malos chistes y asombrados por el mago y abducidos por el extraño. Cretinos abundantes que deciden por mayoría que nos sometan a todos, en contra de voluntades y experiencias, a su igual rasero. ¿Merecen el perdón porque ignoran las consecuencias de sus actos?

En la blancura de la pared
no está tu rostro ni el espejo que refleja tu rostro.
Te sientas solo, frente a la pared.

Diré que soy elitista y ciego, un mal ejemplo para los burócratas y los adivinos. Que me pierden los estados alterados del corazón y del entendimiento, que soy un animal sensible sobreviviendo en esta jungla. Oh tigre desahuciado, soy desgarradura en tu boca y en tus zarpas, en este sueño que no se entiende y en esta noche de tormenta.

El poeta del Emperador ha escrito que en cada copa de vino se esconde un haiku, en un palacio mal iluminado, mientras las flores de la montaña son robadas y la gata oscura en el palacio maulla mientras lleva en su boca un falso ratón.

La tercera gata no sabe que su cola es su cola; así la estrella fugaz o la cometa sueñan con alcanzar su propia luz, y así el poeta se repite pero no se alcanza.








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