Querida D.:
Me gusta pensar que Istambul fue un puente entre dos momentos de nuestra historia.
Quizá los barcos, tal vez el atardecer cayendo como un telón sobre los minaretes,
las calles que cambiaban de sentido como si las rotase un motor gigante,
los azulejos azules y los gatos azules bajo el sol, la música en el bar-mirador del Gran Yavuz,
todas estas cosas y otras que no se mencionan nos dieron una nueva vida.
Mi corazón se llenó de alegría con esa música a tu lado.
La Turca me dijo entonces que nuestro amor era una joya más brillante que las dagas de oro de Topkapi, que los pájaros que caen del cielo deben ser protegidos de los gatos cazadores,
que en el castillo de Anadolu Kavagi soplaba el viento de la inmortalidad.
Por eso me gusta la Turca y por eso anhelo volver a Istambul.
Por eso la Turca y yo te dedicamos esta canción.
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