EL DILEMA DE LAS ARMAS

EL DILEMA DE LAS ARMAS 

¨La policía siente una monstruosa desconfianza hacia quienes piensan, 
una desconfianza todavía más monstruosa hacia quienes escriben lo que piensan 
y una desconfianza francamente espantosa hacia quienes publican, 
dan a conocer a la opinión su pensamiento escrito. 
La policía siente la mayor de las desconfianzas hacia los escritores. 
Temen lo escrito."

Thomas Bernhard. Un joven escritor
"Acontecimientos y Relatos". Alianza Tres. 1997. Pág.; 81. 


Cuando TB habla de la policía hay que entender que no sólo habla de la policía convencional, sujetos uniformados (o no), que portan armas y están autorizados (bajo determinadas circunstancias o no) a usarlas. 

Aspirantes a policías, policías encubiertos, falsos policías, emuladores o simuladores los hay por todas partes.

Tu interrogatorio me hace más fuerte -le dice el escritor al policía-, tus preguntas no formuladas. 

La policía tiene sus armas (reglamentarias o no) y el escritor tiene las suyas. Quizá si leyeras más y más a menudo lograrías entenderlo. 

Lo que hace a un arma no es su materia ni su forma sino el uso que de esa materia y esa forma se haga. 

Las armas, como casi todo, pueden ser directas e indirectas, pueden ser presente y futuro (incluso pasado); pueden atacar en el tiempo, causar un daño inmediato o a largo plazo; pueden ir a la raíz o a la tierra, al tronco o a las ramas, a las hojas, a las flores, a los frutos; pueden matar a un árbol en su totalidad o en partes (ahora este nudo, ahora este brote, ahora incluso el pájaro que confiado se detiene entre su follaje, el conejo que mordisquea la hierba alrededor del árbol).

En un duelo a muerte, ¿qué arma elegirías tú? 

Armas iguales se anulan; lo que hace la diferencia es la mente y la agilidad de la mente que decide el uso de su arma, el momento adecuado, la dirección correcta, la anticipación. 

Hay armas parásitas, armas que se alimentan y reproducen mientras atacan. 

El escritor, por su parte, tiene armas distintas (hojas de papel, pilots de punta de acero, palabras y silencios). 

Se puede matar hasta con un grito.

Las armas nacieron de la necesidad y acabarán en el hastío de ser armas. 

Las armas actuales, diseñadas y objetivadas, es decir: convertidas en objetos seriados, buscan tan sólo el dominio y el poder.

Armas de igual poder se limitan a esperar. 

Por eso cada nueva arma debe superar a la anterior y robarle su preponderancia y su preeminencia. 

El escritor usa como arma, al final de la noche, un rostro (a veces más de uno, una escenografía) cuya belleza sea en la noche una defensa. 

Está claro que el uso de cualquier arma se bifurca en dos (caminos): atacar y defender. 

El arma que prefiere el escritor, sin embargo, no son sus herramientas de trabajo sino el florete, recuerdo de aquellos tiempos en que se ejercitaba en el noble oficio de la esgrima, siendo un tirador afortunado. 

Atacar y defender, lanzarse hacia delante y retroceder. Apuntar y dirigir hacia el torso del contrario la aguda punta de nuestra arma y desviar la aguda punta del contrario de la dirección y el apunte de nuestro torso. 

Y todo ello con máscaras de fino tejido metálico. 

Las armas que prefiere el escritor son las de su infancia: los ingenios de Leonardo Da Vinci; las estratagemas de Guillermo El Conquistador; la espada o el tirachinas de madera, hechos artesanalmente y a mano, piezas únicas. 

Hoy las armas son ante todo -como ya se ha dicho y todo el mundo sabe- un negocio mediante el que hombres ricos se hacen más ricos... hasta el poder absoluto. 

La sofisticación, la inversión, la ciencia aplicada, la efectividad, la publicidad avasalladora, la proliferación de las armas actuales no tiene parangón. 

Aparecen donde menos se las espera: en alta mar, en una selva, una isla, un desierto, montañas heladas, ciudades dormidas. 

Incluso a veces, las armas, se meten en nuestras casas, en nuestros cuerpos, en nuestras cabezas. 

El policía piensa en el arma perfecta para neutralizar al escritor (una bala de gas que contiene pimientas y lacrimógenos, o una bala de aguja que inyecte al escritor un enjambre de nanoinsectos que lo atormenten por dentro). 

El jefe supremo de la policía (también llamado Dios), presume de haber acabado con muchos escritores. A pesar de ello las bibliotecas se vuelven cada día más grandes, se hacen mayores, algunas inconmensurables. 

Imaginen qué Biblioteca de Babel podría erigirse hoy si se amontonase todo lo escrito por los policías y jefes de policía de todo el mundo. 

Tantos tomos y de tal grosor como datos se almacenan de cada ser humano (y hasta pájaro y conejo). 

De los gatos se cree saber mucho pero se ignora casi todo. 

No olvidar nunca que, prescindiendo de su diabólica agilidad, colmillos y garras, el gato es en sí mismo un arma. 

La belleza también es un arma. Y lo es el fingimiento, la ficción, el doble sentido, el triple..., la revelación y lo que existe. 

Arma fundamental del gato es el sigilo. El sonido de algunas armas es deficiente, pero lo que importa es el baile. 

Desde hace una semana, Nube tiene un caramelo (robado de la caja de los caramelos). Lo esconde durante el día, es decir que durante el día no se ve; lo saca de su escondite por la noche y juega con él por toda la casa; a veces lo marea con sus patas, o lo muerde con su boca y lo lleva de un lugar a otro, desde el centro del comedor hasta su plato de comida, desde el pasillo hasta la superficie de la mesa. 

Es su juguete.  


Salvador Alís. 

EL DILEMA DEL ESCRITOR

EL DILEMA DEL ESCRITOR

Hoy ha sido un buen día, considerando la debilidad, la apatía, lo enfermizo de las dos últimas semanas, hoy ha sido un día fructífero y, en cierto modo, feliz. 

La sordera ha remitido, no ha cesado por completo, queda un resto (de incomprensión), pero prácticamente se ha resuelto. 


Hoy he podido, por fin y de nuevo, oír mi propia voz. 

Y mi propia voz me ha dicho, sin dudarlo, con determinación y provocación y otras intenciones evidentes y ocultas, con la seguridad que desprende una voz que sabe que la verdad no es transmisible, que tan sólo puede uno conocer la verdad por aproximación y reflejo. 

Hemos mantenido, mi voz y yo, una larga conversación y tocado una variedad de temas que, difícilmente, será posible reproducir aquí. 

No obstante, y aunque aspiremos a más, nos contentaremos con menos. Acaso simplemente los temas (al igual que las voces) sean nombrados, esos temas, Acaso nos conformemos con la cita inicial, el enunciado o, en el mejor de los casos, un breve desarrollo, una sinopsis, una insinuación. 

El ruido, los bombardeos, los ultrasonidos.

La cita de Tomas Bernhard sobre los escritores y los policías. 

Los dilemas éticos. El dilema del ladrón. 

La lógica de las armas. Las armas prehistóricas. Las armas como negocio. 

Giovanni Papini y su descripción de una necesaria biblioteca de acero en El libro negro

La lectura de TB hoy en el trabajo, entre avión y avión. 

El dibujo de un hombre cuya nariz es un grifo. La escultura de Juan Mora que pagué (al menos la mitad de su precio) y que no he vuelto a ver desde aquella primera visión. 

La música desatasca los oídos. La importancia de los auriculares. 

La escritura y la masturbación. Todos los escritores (reales) se masturban en tanto escriben. No se escribe nada (real) mientras se folla bien. 

Las solteronas, las masoquistas, las suicidas... 

Bukowsky, Henry Miller, De Sade..., excepciones a la regla.

Y, por otra parte, Kafka, Wittgenstein, Schopenhauer, Benjamin, el propio Bernhard... 

Dalí: El gran masturbador. La osadía de decir la verdad. 

Cela en una entrevista televisada ¿(en blanco y negro)? Aspirar agua por el culo. La capacidad de ver, tragar y asimilar la realidad visible, tragable y asimilable. ¿Pero qué pasa con lo invisible, lo que no se muestra ni permanece al alcance, lo que nos atraganta? 

En general no me gustan los cambios, pero estoy por cambiar la fuente negra por la fuente roja (en la escritura). 

Los discursos, los argumentos, los párrafos, todo eso cortado por el cuchillo que el tiempo ha forjado en mi cerebro. 

Conexiones aceleradas entre neuronas, cada vez menos neuronas, cada vez mayor aceleración. 

De una idea a otra a la velocidad de la luz (de las ideas), generando nuevas ideas, títulos para otras tantas consideraciones. 

La necesidad de prestar atención al más mínimo detalle, ruido, vibración, sospecha. Nunca me dejo llevar por la contemplación del horizonte -siempre alerta-, a cada minuto vuelvo la vista atrás; nunca sabe uno qué amenaza, qué peligro, qué ataque se producirá por la espalda. 

La biblioteca de acero imaginada por Papini (o su alter ego: Míster Harry Golding, profesor de papirología). 

Iniciar una serie de entradas con fotografías de las portadas de tus libros favoritos y algunas palabras al respecto. 

La inocencia de la infancia: las canciones y bailes de las nietas de mi hermano; los dibujos y los cruces de piscina de los nietos de mi hermano; las montañas de la hija de mi hermano; los números del hijo de mi hermano; la niña en el aeropuerto -esta misma tarde- que me ha golpeado fuertemente en el tobillo izquierdo, a la altura de la llaga, con su maletita de ruedas. 

Los que juegan con fuego, ignoran que el fuego puede ser su enemigo. Los que juegan a encender el fuego, ignoran que el fuego ya está prendido. 

Claro que si ustedes no han leído a Papini, poco o nada van a entender. Un escritor ateo y luego creyente. Un viaje de ida y vuelta pero en sentido contrario, de la negación absoluta a la absoluta afirmación. 

Los que arden sin saber que se consumen. Los que se consumen sin ver sus llamas.

Dibujar a un hombre ("el hombre antorcha") de cuya cabeza brotan llamas grandes y pequeñas, iluminadoras, pavorosas y letales, como si de un sol reducido se tratara. 

Las torturas que parten del cuerpo y llegan al cuerpo. Las torturas que parten de la cabeza y llegan a la cabeza. 

Otra vez TB (cita del cuento correspondiente), en Acontecimientos y relatos... Claro que si ustedes no han leído a Bernhard... 

En el caso de WB no vale la pena fotografiar las portadas de los libros suyos, puesto que, para empezar, eres poseedor de sus obras completas en alemán, doce volúmenes encuadernados en tela roja. Mejor fotografiar sus lomos. 

Lo mejor de un animal es su lomo, tanto para ser comido como para ser acariciado. 

Otra neurona novedosa, que surge por la velocidad del impacto de trasmisión de dos hipotéticas verdades neuronales, y que contiene a su vez una crítica de la crítica. 

Eres (soy) el primero en decir !basta¡, pero el último en detenerse. 

La masturbación por la música, una idea vieja que me recuerda hoy un compañero de trabajo. 

Un tren que busca su propio descarrilamiento (o, mejor dicho, su desviamiento), mientras transporta en sus vagones incontables tesoros. 

Los verdaderos tesoros no se pueden describir sino de manera indirecta. 

Quien sepa leer que lea y quien sepa entender que entienda. No se pide más. No se exige menos. 

Si has resuelto el dilema desviando la trayectoria del tren para que atropelle a uno en lugar de a cuatro, bien hecho. Pero ¿cuál hubiera sido tu decisión si ese uno fuera tu hijo o alguien tan cercano a ti, sangre de tu sangre, vida de tu vida? 

El ladronzuelo que roba a la empresa donde trabaja, desviando cada día unas pocas monedas, y que se jacta de hacerlo (y conseguirlo) con absoluta impunidad y falta de remordimiento. 

Los que jamás se han confesado "como dios manda" ni disparado un fusil de asalto "contra la diana" seguramente no comprenderán de qué se habla. 

Como tú no eres -como él- un ladrón, y mucho menos un chivato, ni robarás siguiendo su ejemplo ni advertirás a tu jefe del robo. Hasta aquí ningún problema. Mas un día cualquiera, tu jefe te dirá que no va a pagarte la nómina porque alguien le está robando y carece del suficiente efectivo. 

La pregunta obvia, entonces, es la que sigue: ¿a quién roba el ladrón, a la empresa o a ti -que eres su compañero de trabajo? Si la consecuencia de sus actos es que algunos compañeros no perciban su salario, ¿no sería responsable el ladrón de hurtar y menoscabar los derechos de los que, en esta situación, son más honrados que él? 

Más honrado no significa (o debe significar) mas tonto. Pero eso es fuego para el que juega con fuego. El necio, el idiota, el estúpido, acaban resultando en el fondo los más grandes pirómanos. 

Se lamentan alemanes, franceses, españoles, rusos, norteamericanos..., por el ruido de camiones, trenes y aviones. Quizá inmersos en su propio ruido olvidan lo ensordecedor de los bombardeos incesantes sobre ciudades en ruinas donde, en los pocos sótanos que aún ofrecen refugio, tantos niños se tapan con tanta fuerza las orejas con las manos. 

El ruido brutal de la muerte indiscriminada, sin importancia, sin eco, el ruido que anula la voluntad y las emociones (en realidad no las anula): miedo, odio y venganza que se fijan para siempre. 

La ley del agricultor, la misma del segador: tal la semilla, tal la cosecha. 

Documental sobre los avatares de la creación de la primera bomba atómica. Y esa jerga incomprensible: fusión, fisión, uranio, plutonio, miles de grados en el centro, una nube como un hongo, un ruido que ensordece, que no se escucha. 

La pugna, el espionaje, la capacidad científica, la visión de futuro de unos y otros: los nazis, los norteamericanos, los rusos, los franceses, los ingleses. Y luego los judíos, sus armas dobladas. 

El mundo árabe, que vive en su edad media, todavía no, no es deseable. La lógica de las armas, el gran negocio, dice que los rusos (noticia de prensa) han probado con éxito 120 nuevas armas en Siria. Si tu avión vuela más rápido que el mío, tranquilo, pronto despegará de mis bases otro avión más rápido que el tuyo. 

De eso se trata. Una competición en toda regla (en ausencia de reglas). 

Sobre la pantalla del ordenador, Lolita me mira con sus grandes ojos abiertos y gira sus orejas atentas hacia los aparentemente imperceptibles sonidos de mi escritura. 

"Ve a dormir, busca el sueño..." -me dice. Y por suerte la escucho, porque mi sordera acabó.

Salvador Alís. 














OJOS VERDES / OJOS NEGROS

OJOS VERDES / OJOS NEGROS

Con el vidrio verde de una simple botella de vino
se pueden improvisar ojos verdes y cristalinos
-para una estatua de piedra, por ejemplo,
o una máscara de cartón o una marioneta de madera.

Con el verde propio de tus ojos  
-que en la noche se disuelven como sal en el agua.

Ojos falsos para dar una mirada a la ceguera.
Ojos que sin luz ya enfrentan su destino.
Ojos verdes de ida y vuelta.
Ojos que se entregan abiertos como regalo sin envoltorio.
Ojos que llaman, que ofrecen, que asustan.

Para mis ojos negros se escriben estas palabras.

Con pintura verde sobre los párpados
se puede seducir, amar, caer en lo profundo.

Árboles pintados de verde para que la vida se renueve
y siga siendo joven en su naturaleza inmadura.

Botellas rotas y ojos en las estrellas de cristal
-uvas amarillas y uvas tintas, según comienza o acaba
el día en que la escritura se hace.

Ojos que se ven a sí mismos bordados.
Ojos que guardan otros ojos.
Ojos para la lectura de papeles quemados.
Ojos verdes y ojos negros.
Ojos que se cierran como la flor tras dar su aroma.

En cada ojo una vela encendida, una llama
que oscila, una nube quieta, una estela de humo,
un pájaro que pasa.

Ojos negros de ayer y de mañana
-oscuridad pintada de verde
o suplantada por lentes de piel de manzana.

Para mis ojos verdes se escriben estas palabras.

Mis palabras negras con los párpados pintados.

Mis hojas verdes y con ellas mis frutos negros.

Con una simple botella de vidrio verde
-ojos que fingen ser ojos y ver
lo que no puede ser visto.

Con una simple mirada a tu alrededor,
¿acaso ves en este bosque lo mismo que yo veo?


Salvador Alís.



 

 

EL VINO Y YO

EL VINO Y YO

EL VINO


Vinos de la noche del 13 de diciembre de 2016.


Vinos de la noche del 24 de diciembre de 2016.










Primeros planos e información adicional.

YO














SOBRE LA ENEMISTAD

SOBRE LA ENEMISTAD

"Pues la naturaleza de este mundo es la absoluta indiferencia, 
y es además el deber del filósofo parecerse a la naturaleza de este mundo, 
sin dejar de ser el hombre que no podrá dejar de ser: 
la coherencia, la mesura y la objetividad tienen este precio."

Albert Caraco. Breviario del caos. Sexto Piso. 2006. Pág.: 24 

Los dibujos se han metido en mi cabeza y se oponen a ser dibujados.

Salvador Alís.

A los 61 años, uno prefiere a los enemigos puros, los que ya se formaron como enemigos antes de cruzarse en nuestra vida, y detesta a los enemigos que mudaron desde la amistad. A un enemigo puro se le ve venir, y es posible combatirlo sin recelo, sin mala conciencia, sin titubeos; a un amigo convertido en adversario se le enfrenta siempre desde posiciones débiles, puesto que todavía lo que nos unió pondera lo que nos separa. 

Imaginen a un hombre que avanza por un túnel hecho a su medida, es decir: escapa de algún lugar o principio para llegar a otro lugar o final. Por ese túnel sólo cabe él y, quizá, otro cuerpo humano o al menos una rata podrían pasar entre sus piernas siempre que el hombre lo quisiera y empujará. En un momento determinado (cuando inicia el camino con ilusión; cuando, a la mitad del camino, se siente cansado y cuestiona la viabilidad de su empresa; cuando cree estar alcanzando su meta) otro hombre, caminando en sentido contrario, tropieza con el primer hombre, cara a cara, impidiendo cada uno el avance del oponente. Está claro que para el primer hombre el segundo es un enemigo puro. Ambos desean lo que el otro abandonó, pero su deseo sin espacio les impide cumplir sus cometidos. 

Imaginen a dos hombres que avanzan en fila india por un túnel hecho a la medida de un hombre. Son dos amigos que se turnan en ir delante y atrás, pues a veces se detienen, se ponen de lado y deslizan sus espaldas por las paredes del túnel para intercambiar las posiciones. En un momento determinado, desde el fondo de la misma dirección que siguen, una voz les habla. La puerta que ahora permanece abierta, para ellos y su amistad, se cerrará en pocos minutos y se verán condenados a volver por donde vinieron. Pero si al menos uno de los dos quisiera tener la oportunidad de salir del túnel, ambos deberán correr. Entonces es seguro que se atropellarán, que entablarán una lucha feroz por ser el primero en llegar a la puerta. El que avanza delante correrá muy aprisa para no ser superado por el que avanza detrás; tiene todo que perder y ganará fatiga cuanto más corra. El que ocupa la segunda plaza tendrá que perseguir a la liebre y, en caso de lograr echarle la mano encima, deberá detenerla, reducirla, saltar sobre ella y cambiar con el salto su condición: de perseguidor a perseguido. 

El ideal del caminante es excavar su propio túnel e ir buscando la salida con su propio esfuerzo y su propia orientación. ¿Quién le garantiza que otro no pretenda lo mismo, desde otro punto de partida, y al fin acaben encontrándose? 

Los enemigos puros pueden ser simples o complejos (aunque abundan los de segunda categoría), trazar un solo túnel que coincida con nuestro túnel o trazar una multitud de túneles que nos ataquen como rayos (subterráneos). 

El enemigo impuro, el amigo que cambió de bando, se aprovecha de nuestro túnel, nos sigue y nos apuñala por la espalda (con el puñal que nosotros mismos le regalamos), justo antes de llegar a la última puerta, salta sobre nuestro cadáver, lo hace pasar entre sus piernas y nos da por vencidos. Lo que él ignora es que nunca se llega a tiempo. La puerta ya se ha cerrado ante semejante crimen. Y nosotros, que no hemos muerto aún, nos levantamos y seguimos jugando. Este juego puede sucederse en el tiempo, acabar y comenzar de nuevo, tantas veces, sin descanso. 

La enemistad es un círculo que no se cierra, que disimula ser una espiral juntando al máximo la línea que desarrolla y que, partiendo de un punto inicial, jamás encuentra un punto donde detenerse. A simple vista: un círculo; minuciosamente examinada: una espiral. 

La enemistad no acaba de resolverse: la amistad se pierde en esas vueltas. 

El enemigo puro es en ocasiones muy poderoso (sin necesidad de ser el diablo); el amigo que sucumbe al egoísmo es más poderoso todavía. 

A los 61 años, esta reflexión: No he sentido nunca como enemiga pura o impura a una mujer. Lo serán o habrán sido algunas, pero yo no me doy por enterado. La figura de la madre se impone sobre cualquier pensamiento al respecto. Ningún enemigo se le puede comparar. Si viviera hoy superaría los 101 años. En los días previos a su muerte, mi madre llamaba a su madre, pretendía su auxilio, clamaba por su protección. En su túnel, ella misma se cerraba el paso. 

¿Será mi destino semejante al de mi padre, acribillado por sus nervios enemigos, o semejante al de mi madre, que no tuvo rival? 

Me esperan los dibujos, las canciones, el sol que -después de catorce días- brillará por fin mañana. Pero los dibujos se han metido en mi cabeza y se oponen a ser dibujados. Adiós a la lluvia y a la amistad. Por desprecio y por indiferencia, no tengo enemigos puros. Lo que sucede en mi túnel no es fácil de explicar. 

Salvador Alís.







SOBRE LA AMISTAD

SOBRE LA AMISTAD

"¿Para qué predicar ahora a los sordos y desengañar a los ciegos?" 

Albert Caraco. Breviario del caos. Sexto Piso. 2006. Pág.: 105. 

El día trece de este mes he cumplido 61 años. El día catorce, enfermé. Es cierto que esta enfermedad está siendo más leve o llevadera que otras, pero eso no impide que haya llovido intensamente, que el viento y el frío me lo hayan puesto más difícil. Después de 7 días de trabajo sin pausa (aún queda mañana), con pañuelo al cuello, chaqueta impermeable y gorro de lana, con un sinfín de pañuelos de papel en los bolsillos, mi nariz enferma como una fuente que no se puede cerrar, mi garganta enferma como un freno a la capacidad de mentir, de repente me he puesto a pensar en la amistad. 

He tenido algunos buenos amigos, no muchos. Y he tenido algunas grandes decepciones, no pocas. A uno de aquellos grandes amigos del pasado lo recordé ayer o anteayer cuando veía en la televisión imágenes de la Kurfürstendamm y de la iglesia de la memoria. Allí estuvimos solos hace 32 años. Ni móviles, ni Internet, ni drones, ni auriculares para escuchar aquellas viejas canciones que contenían las viejas cintas. 

Una y otra vez, volver sobre lo mismo: el viaje une; estar desnudos une; el tiempo compartido une; el miedo y la cobardía -sumados- unen. Y una y otra vez tomar un atajo que alarga infinitamente el camino.

Bajo la lluvia anda esta noche un hombre bajo un paraguas negro. El hombre considera al paraguas un amigo. Pero el paraguas considera al hombre un interesado. ¿Qué beneficio puede obtener el paraguas de esa relación hipócrita como no sea tensar y destensar sus varillas de vez en cuando? El hombre, sin embargo, usa el paraguas para protegerse de la lluvia, lo abre, lo cierra y lo guarda en su funda para otra ocasión. 

Entre amigos es frecuente intercambiar conocimientos, jugar al mismo juego, desafiarse, caer en las confesiones, agredir con las intimidades, decir lo que se piensa hoy como si no hubiera un mañana. Si enseño a mi amigo -¿qué otra cosa podría enseñarle?- a fabricar un cuchillo, con el tiempo mi amigo acabará fabricando el mejor cuchillo imaginable, y lo acercará a mí como regalo. Si mi amigo me enseña -¿qué otra cosa podría yo aprender?- el valor de la indiferencia, con el tiempo acabaré dándole la espalda y sufriendo sumido en esas contradicciones. 

Se recuerda a los amigos con los que uno tomó muchas copas, barajó muchos bastos, anheló muchos oros, afiló muchas espadas. La amistad que se fue se agranda en el futuro y hace grandes las sombras y los objetos. El cuchillo aumenta su largura; la doble moneda (de plata y de  carbón en sus dos caras) se pretende dorada; la batuta se convierte en bate de béisbol; los destilados se rinden ante su majestad el vino. 

Pasados ya 7 días, la lluvia, el viento y el frío, y participando con mis propias reglas en un juego inventado por Nube, acabo pensando que la fidelidad de los amigos es imposible (a no ser que esos amigos sean animales irracionales). Es verdad que alguien que consideraba amigo suyo a un tigre "domesticado" resultó, finalmente, comido por ese tigre. Pero esto no niega la idea principal, siendo apenas una excepción. 

¿Qué mejor amigo de uno que uno mismo? ¿Qué mejor traidor? ¿Qué mejor espía? ¿Quién sino uno mismo podría causarse el mayor daño? 

A mi edad ya no desean nuevos amigos, sino experiencias. De todo aprende uno. ¿Qué me falta por aprender? 

Uno de mis últimos amigos, al que doblo en años, extremadamente inteligente, irónico y locuaz (por ello, entre otras cosas, tiene o tuvo sentido nuestra amistad), ha girado las velas hacia otro viento. Lo comprendo bien. Asumo la lección. En un futuro inmediato, más rápido de lo que puedas concebir, también tú te sentirás desplazado por otro impulso más joven y sabrás que te ha llegado la hora. Tu joven amigo se encontrará en su vida otra vida que le importe más. Es lo normal, lo que suele suceder. Que no te extrañe. En todo caso lamentarás que tu amigo no sea capaz de distribuir su tiempo, que siempre tenga prisa por ser, olvidando que ya es -de hecho y en potencia- lo que con tanta vehemencia aspira a ser. 

El tiempo, emperador máximo de nuestra historia, cohesiona unas amistades y desbarata otras. A su capricho siempre, jamás a nuestro entendimiento. 

Las amistades forzadas por un interés mutuo nunca salen bien paradas, anuncian su propia fecha de caducidad. Y si los comensales se empeñan en seguir consumiéndolas, pronto se darán cuanta de que su alimento es podrido.

Y ahora que lo pienso, en realidad, jamás he tenido amigas. ¿Por qué? Pero la vida, tan sapiente, me ha compensado con tres gatas, cuatro, cinco y hasta cien. Si una simple amistad es por sí sola ya imposible, ¿cómo podría darse mezclada con el instinto? 

Sabes que escribo para ti, que esto es una carta de despedida. Has comenzado por el principio y llegado hasta la línea final. No reflexiones, no pienses, no dudes. El texto que compartimos, a pesar de las apariencias, no termina aquí. Sigue leyendo. Tras este punto y este silencio, deberás escribir tu propio final. 

Salvador Alís.        






¿POR QUÉ REGALAR?

¿POR QUÉ REGALAR?

A un niño se le puede hacer un regalo sin problema y sin compromiso. Si el regalo es acertado, expresará su gratitud con su felicidad, una sonrisa, un gesto de sorpresa, saltos de alegría. Pero a un viejo es peligroso hacerle un regalo: puede sentir humillación y tratar desesperadamente de corresponder con otro regalo que supere al recibido. Todo ello supone preocupación y desgaste.

Los regalos, a menudo, son puntos negros que constituyen un círculo vicioso.

Un regalo puede estar envenenado o ser él mismo un veneno, puede anular la voluntad, puede separar en lugar de unir, puede causar el efecto contrario, puede pegar dos voluntades como si fueran hojas de papel encolado.

Hacer regalos puede volver a la gente egoísta, por los dos extremos: Puesto que habitualmente recibo regalos, será porque los merezco... O bien, me gusta regalar para darme importancia.

El asunto se vuelve interesante cuando pensamos en el momento adecuado para dejar de hacer regalos. Pues todo debe tener un fin. No se puede hacer regalos a todas las personas que uno conoce o, mejor, va conociendo a lo largo de su vida. Se precisaría mucho dinero y hasta una empresa de transporte. Los regalos inmateriales se vuelven así la mejor opción. Se eliminan costes y se gana en velocidad, en capacidad de reacción.

Hacer regalos se parece mucho a un partido de tenis: mientras la pelota esté en juego, mientras el regalo vaya y venga..., hasta que de repente cae fuera del campo o no consigue superar la red.

A estás alturas (el horizonte que ven los pájaros) puede uno sentir la tentación de hacer una lista de regalos, algunos muy significativos, el orden es otra cosa:
Un libro de manualidades. Palabras sobre la vida. Una moneda de 2,5 pesetas. Un paseo en moto, en coche, a hombros desde la casa a la escuela y desde la escuela a la casa de la novia.
Un traje negro que sólo fue usado dos veces: en la boda y en el entierro.
La música de J. S. Bach, la música de Carlos Santana, las enseñanzas de Don Juan, el disco Foxtrot de Génesis.
Un viaje a Berlín. Un pequeño apartamento en el centro de París, luego de una fiesta en una gran casa en las afueras de París. Todos los viajes, los vuelos, las islas: Cerdeña, Rodas, Madeira, Sintra, Lisboa, Atenas, Santorini, Marienbad, Praga, Isla de la Reunión, Habana, Egipto, Túnez, Estambul...
Dibujos a lápiz en un cajón. Un óleo de un monje encapuchado.
Las viejas carreteras donde los viejos coches se detenían.
El farolillo encendido y la mujer madura, en bikini, junto a la piscina bajo la luna llena.
Las clases de filosofía de ella (que moriría poco después en un accidente de tráfico) y las de él (un sabio alcohólico).
La navaja automática de cachas negras. Las dos pistolas escondidas durante un tiempo en el tejado.
Su pelo, ojos, cejas, nariz, labios, lengua, orejas, nuca, cuello, hombros, pechos, costillas, espalda, ombligo, fila de hormigas, muslos, rodillas, nalgas, pantorrillas, tobillos, pies y dedos de los pies y sus correspondientes uñas.
Las islas, sea cuál sea su naturaleza y origen.
La madre y la hija sin cuya presencia y acompañamiento tu vida no hubiera tenido sentido. El padre que murió en su cruz pidiéndote perdón y perdonándote. La madre que se fue y te dejó sus ojos grises y suplicantes. El pintor alemán que te hizo ver la ironía, la caricatura, la imagen antes que la reflexión..., y que jamás pinto un cuadro.

¿Por qué regalar, si todo regalo ya está hecho?

¿Por qué se regala uno a sí mismo el día de su cumpleaños placer y destrucción? ¿Para apaciguarse? ¿Para darse ánimo? Vivir ya es un regalo (aunque no siempre y en todas las condiciones).

Las faltas de ortografía, los errores sintácticos, las verdades a medias, las no verdades, las palabras mal escogidas: regalos.
El tiempo compartido, las miradas que se intercambian, las manos que se tocan: regalos.
Las imágenes que se ven, se describen, se imaginan, y las historias que se viven, se cuentan, cambian y evolucionan: regalos.
Una botella mágica que contiene en su interior a un genio que no concede ningún deseo, una botella que no se abre, que no se cierra, que se guarda incluso cuando está vacía: regalos.

¿Por qué regalar si cada noche (o cada día) soñamos?

Si tan solo se regalase por amor... Pero cuántas veces no se pretende comprar o vender alguna mercancía con el regalo, o se regala por miedo, por costumbre, por mera repetición de ideas fijas.

Que alguien se acuerde de ti ya es suficiente. ¿Lo es? ¿Y si el recuerdo es por venganza, rencor, deudas de juego o deseo de revancha? El camino por el que transita el que se acuerda y el recordado es el mismo para ambos y es un regalo.

Pequeñas metas son un regalo. Vivir un año más. Sentirla más cerca. Los gatos son un regalo, los que no se mueven de la vitrina y las que duermen a tu alrededor.

Los regalos multitudinarios, la verdad, te inquietan. Pero uno debe estar dispuesto a todo si quiere saltar sobre esas piedras mojadas y cruzar el río.

La hija se regala como una flor recién nacida, blanca y amarilla, donde se reflejan la luz del sol y el aroma del mar como en un espejo. La madre se regala como interrogante oculta por mil cajas y envoltorios, lazos y contra lazos, algo de suspense y una emoción que no acaba. El hermano se regala en la época más sensible, durante la infancia, cuando deja una huella más profunda. Los amigos no se regalan. Las amantes se dieron, pero tampoco. Los maestros, los libros, los cuadros, las melodías y las sinfonías, los decorados, los efectos especiales..., no se regalan puesto que, en esencia, son regalos, y existen para ser regalos.

La gran duda es un regalo. El Sí y el No son regalos. Escribir es un regalo. Dejar de escribir es un regalo. Abandonar la línea trazada, salirse de los márgenes, derramar la pintura. En esta noche, es un regalo decir lo que se piensa.

Ya sea mediante la palabra o mediante la figura, todo se ha dicho y todo se está diciendo, todo es expresión y, por tanto, regalo.

Salvador Alís.    





¿QUÉ REGALAR?

¿QUÉ REGALAR?

¿Qué regalar, a quién, cuándo y con qué propósito? Estas son las preguntas importantes; el envoltorio del regalo mismo. Lo que haya en su interior tal vez importe menos; la sorpresa ante todo. Para cualquier lector -¡y lectora!-  interesados especialmente, procuraré ser lo más didáctico posible. Respecto al regalo como hecho causante, y también como hecho causado o consecuente, tengo no pocas dudas, algunas certezas, mucho desconcierto.

La metáfora de un regalo al uso sería un oso panda encerrado en un jaula de bambú.

El regalo no puede ser más que un "objeto", incluso cuando se trate de regalos inmateriales, pero las manos que lo dan y las manos que lo reciben establecen una "relación". ¡Y qué diferente es el primer regalo del último! El primero es fuente que brota entre las piedras y las plantas, aun creando musgo, por espontaneidad; el último es agua enfangada obtenida por la fuerza de un motor o bomba y de una reserva escasa y subterránea.

El empresario regala al político que, a su vez, regala al empresario. El farmacéutico regala al médico que, a su vez, regala al farmacéutico. El jefe de las drogas regala al drogadicto que, a su vez, regala al jefe de las drogas. El aviador regala a los pájaros que, a su vez, regalan al aviador. El asesino regala a la víctima que, a su vez, regala al asesino,

El destino le acaba de regalar cien años a Issur Danielovitch Demsky. Cien años. Un buen regalo si esa longitud de tiempo ha supuesto y sigue suponiendo una vida con sentido, una buena vida. Los regalos a fecha fija (cumpleaños, aniversarios, fiestas de cualquier clase, celebraciones religiosas o espirituales, conmemoraciones de batallas o patriotismos, fundaciones, orígenes, honores debidos, obituarios, nacimientos, peticiones de mano, otorgamientos, encuentros pactados, etcétera), me resultan indigeribles.

Las condiciones que afectan a un regalo para ser limpio y verdadero son tan complejas que lo anulan. Un regalo no debería  sujetarse a fechas establecidas. Un regalo que se precie debe sorprender sin asustar. Un regalo como flecha única, volando en la dirección correcta, con ánimo de clavarse en el centro de la diana, sin voluntad de volver atrás, de ser contestada, de cruzarse con ella misma o con otras flechas.

¿Un regalo no debe inquietar? Al contrario: que cause inquietud. No es igual un "objeto comprado" que un "objeto hecho a mano". Un regalo puede estar expuesto en escaparates y estanterías, vitrinas y mostradores, suelos y paredes. Un regalo puede ser fruto de los ojos, de la mente, de las posiciones del cuerpo, de las manos, los utensilios de dibujo y pintura, escritura y caligrafía.

Un regalo semejante a los libros que los monjes medievales, en la soledad, en el frío y la desolación de sus estancias iluminadas con velas y con absoluta calma, regalaron a la humanidad. Los regalos no deberían medirse por su coste, ¡pero qué difícil evitar la ostentación!

El mejor regalo -me parece- es el tiempo que se invierte en hacer ese regalo. Los mejores regalos que me han hecho nunca han sido comprados: la bondad, la lectura, el agua, las montañas, las cuevas, los animales domésticos, la pasión...

Pero el amor nunca se regala: siempre es el precio pagado para comprar amor, es decir adoración, reconocimiento, sumisión.

Prefiero una hoja escrita, una fotografía diferente, una talla de madera, una canción, un gato con un tatuaje, una canción, un dibujo, un beso, una caricia, el contacto -firme y suave al mismo tiempo- de una mano en mi mano, un aroma, una copa de vino procedente de una cepa que ha sufrido...

Tanto lo que se puede pagar con tarjeta de crédito como con billetes usados, no da la talla. Para elevarse y llegar a cierta altura (hasta el horizonte, por ejemplo, que ven los pájaros) es necesario sobre todo ser humilde. Pero es un hecho cierto que yo no soy humilde. Entonces ¿qué puedo regalar?

No se hacen regalos entre sí los gatos -esto lo sé por experiencia-. Se lamen, se dan calor, se imitan, se pelean, juegan. Todas sus relaciones son regalos; pero no pagan ni empaquetan, no se complican la vida, pues la vida -para ellos- es ya de por sí un regalo. Aprender de ellos es un regalo: nos superan en desinterés.

Salvador Alís.






miércoles, 7 de diciembre de 2016

NO HABLAR EN PÚBLICO

NO HABLAR EN PÚBLICO (EN 22 MÁXIMAS)

Mejor no hablar en público
porque siempre puede sorprendernos un oyente no deseado.

Mejor no hablar en público
porque nunca le pagan a uno lo suficiente.

Mejor no hablar en público
porque siempre se puede hablar un idioma extranjero
que la audiencia no comprenda.

Mejor no hablar en público
porque puede que ese día hayas cumplido cien años.

Mejor no hablar en público
porque siempre puede uno de repente enmudecer.

Mejor no hablar en público
porque quizá digas cosas sin sentido,
propias de necios o de fanfarrones o, lo que es peor,
mentiras que has llegado a creer.

Mejor no hablar en público
porque siempre alguien puede sacar un arma.

Mejor no hablar en público
porque los mejores discursos ya se han escrito,
declamado y oído por aquellos a los que iban dirigidos.

Mejor no hablar en público
porque siempre puede encontrarse un traidor
entre los que escuchan.

Mejor no hablar en público
porque nunca se sabe cómo empezar
y mucho menos cómo acabar.

Mejor no hablar en público
porque pudiera ocurrir que fuese el día de tu entierro.

Mejor no hablar en público
porque todo aquel que lo hace
se exhibe sin venir a cuento.

Mejor no hablar en público
porque siempre hay algo mejor que hacer.

Mejor no hablar en público
porque al hablante pueden intimidarle los aplausos,
los abucheos, e incluso (más aún) el silencio.

Mejor no hablar en público
porque se corre el riesgo de tener seguidores.

Mejor no hablar en público
porque a la pregunta ¿qué decir?
nadie contesta nunca nada.

Mejor no hablar en público
porque para hablar en público hay que levantar la voz.

Mejor no hablar en público
porque quizá haya gente convencida de antemano.

Mejor no hablar en público
pero si decides hablar no utilices tu propia voz,
ensaya otras voces, dile a cada cual lo que quiere oír
y lo que no quiere oír. Provoca alguna reacción.

Mejor no hablar en público
y ser uno más entre el público, sentarse en una butaca,
ver como otros se levantan, contemplarse a sí mismo.

Mejor no hablar en público
y ser el actor más extraordinario, el que sin hablar levanta
a los asistentes de sus butacas,
el que -hablando- permanece ajeno a todo.

Mejor no hablar en público
porque tal vez sufras la enfermedad de la egolatría
y sólo te guste oír -invariablemente- tu propia voz.

Salvador Alís.

HABLAR EN PÚBLICO

HABLAR EN PÚBLICO

El noventa por cien de las veces habla consigo mismo,
bien en silencio, bien pronunciando palabras.
Hablar con alguien supone una dificultad añadida.
Hablar para otros, un desafío.
Puede leer un papel, haber memorizado el discurso, improvisar.
Pero él prefiere otra cosa -es un hombre corriente-:
decir lo que tenga que decir, si puede hacerlo,
cuando lo tenga que decir.

Los que suelen hablar en público, mienten.
No se puede decir la verdad a los que escuchan
con las orejas de todos los días.
Es lo que piensa mientras gesticula ante el espejo como si hablara.
Él quiere orejas limpias, nuevas a ser posible,
que capten todos los matices de las ondas sonoras
que genera una vida en público al diez por cien.

Ha imaginado leer un poema, describir un cuadro, presentar
un libro propio o ajeno. El poema sería un golpe
de martillo. El cuadro no sería capaz de retener al ciervo.
El libro hablaría por sí mismo.
Es lo que piensa mientras los alicientes se pierden
y lo que se gana es todavía un crédito imposible de ganar.

¿Hablar en público contando con la ofensa previsible,
la falta de comprensión, con el escándalo? ¿Hablar en público
para deslumbrar? ¿Hablar en público para decir qué?
No estando de acuerdo con ser un hombre corriente,
duda entre el pincel y la pluma, el libro y el cuadro, la palabra
hecha imagen o la imagen hecha palabra.
Cuando llegue el momento -se dice-, cuando haya de ser.

Se imagina en un escenario frente a diez, frente a cien,
frente a mil: señoras y señores, todo lo que yo pudiera decir 
no significaría nada si antes no resolvemos 
la cuestión principal: ¿vale o no vale la pena vivir? 

Para seguir viviendo, como opción favorita, él debe cambiar.
El pincel antes que la pluma. El vino, a un lado; al otro lado,
la niebla. Se combate el invierno con vitaminas
y se espera el verano con esperanza. Cuando él descendía
por las escaleras naturales de las cuevas subterráneas,
el manantial de más arriba no dejaba de fluir.

Salvador Alís.












LA NATURALEZA DE MI VIAJE. 3.

LA NATURALEZA DE MI VIAJE. 3.

"Esta muralla fue concebida como protección para siglos, por lo que el trabajo ineludiblemente requirió la más cuidadosa construcción, la utilización de la sabiduría arquitectónica de todos los tiempos y pueblos conocidos y una sensación permanente de la implicación personal de cada constructor. Para los trabajos menores se podían contratar ignorantes jornaleros del pueblo: hombres, mujeres y niños que se ofrecían a cambio de una buena paga. Sin embargo, para dirigir a cuatro jornaleros ya era necesario contar con alguien inteligente e instruido en las técnicas de construcción... Nosotros (y hablo en nombre de muchos) hemos llegado a tener conciencia de lo que verdaderamente somos después de descifrar atentamente las instrucciones de los más altos directores, llegando a descubrir que, sin ellos, ni nuestra sabiduría profesional ni nuestro entendimiento nos hubieran bastado para desempeñar la pequeña función que teníamos dentro del gran todo." 

Franz Kafka ( de La muralla china) citado por Walter Benjamin en Sobre la fotografía.
Pre-Textos.  2007. Pág.: 66.

Página 66. Pudiera ser Kafka citado por Walter Benjamín; pudiera ser yo citando la cita de la cita, lo que el ojo no ve a simple vista, o lo que pudiera estar viendo en este momento, algo que supera con creces a la oscura Praga y al corto exilio. Por ejemplo, y para no perder más tiempo: estas imágenes sobre los mártires (¿víctimas o suicidas?) halladas en la Pinacoteca Nazionale di Cagliari.






Ella habla pero yo no la escucho: domina la situación. Habla pero no la entiendo: en la fotografía, ella es apenas un reflejo pintado en un cristal, una pantera negra, una contorsionista.





Visitamos algunas bodegas: Dolianova, Argiolas, Pala. Los vinos blancos de las islas mediterráneas, los probados hasta ahora -e incluso alguno del norte de África- son dignos de mención. Los de Túnez, Santorini, Rodas, Cerdeña. La Moscatel de Alejandría, la Assyrtiko, la Athiri, la Vermentino di Gallura... En una copa de estos blancos está el mar suavizado por el viento, los olivos, el romero, las cúpulas y el desierto. En los vinos blancos están las palabras; en los tintos, la sangre y también las miradas. 



La diosa de la fertilidad tallada en una vieja placa de marfil o en una sencilla pizarra. Se ha completado el trabajo usando nuevas técnicas que incluyen las agujas de luz y los micro diamantes.


El sufrimiento extremo, representado por las armas y herramientas que hieren la cabeza y el cuerpo, es tratado por una pareja de doctores. Mientras yo hablo, el primero toma notas; mientras hablo, el segundo hace dibujos. A veces los papeles se intercambian. Yo tomo notas, mientras uno de los doctores habla; yo hago dibujos, mientras el otro habla. Cuando consiguen diagnosticar la fuente de mi mal, uno se transforma en una cabeza verde o azul y el otro en cabeza de perro.

   


Algunas veces, lo he llegado a comprobar, una fotografía se convierte en un lugar adonde ir de vacaciones, un lugar visitado y visitable, una casa, un cuerpo, un árbol. Y puesto que el verdadero viaje no acaba nunca, es improbable imaginar un final, o simplemente finalizarlo. El cielo rojo y la lluvia sin color anuncian que las vacaciones se terminan, que pronto habrá que volver al aeropuerto, que los días volando exceden a cualquier calendario. 







Las fotografías como bloques de piedra que al unirse forman un muro, y éste una muralla y, al final, un castillo. Llueve pero no hace frío. las gatas están tranquilas. Mis ojos no ven caer la lluvia. Soy lo que cualquiera puede ver y, al mismo tiempo, las sombras de mí mismo que sólo yo puedo ver. 




Todas las fotografías de La naturaleza de mi viaje. 1. 2 y 3. fueron tomadas en Cerdeña, entre el 11 y el 18 de noviembre de 2016, por Salvador Alís.

LA NATURALEZA DE MI VIAJE. 2.

LA NATURALEZA DE MI VIAJE. 2.

"...¿es posible la expresión de la intimidad? 
Quiero decir la expresión clara, coherente, inteligible, de la intimidad. 
La intimidad, pura, bien discernida, debe ser la espontaneidad pura, 
o sea una secreción visceral e inconexa. 
Si uno dispusiera de un lenguaje y de un léxico eficaces para presentar esta secreción, 
no habría problema. 
Pero lo cierto es que no existe un estilo adecuado a la sinceridad ni un léxico eficiente. 
Pero aun suponiendo por un momento que la intimidad fuese expresable, 
¿quién la entendería, quién la podría comprender? 
Si no fuese única, particularista, personalísima, absolutamente primigenia 
¿qué aspecto tendría, cómo se podría imaginar su presencia? 
Cuando no podemos aclarar la nebulosa interna, 
decimos habitualmente: yo ya me entiendo... 
Los borrachos dicen lo mismo. 
Mi idea, pues, es que la intimidad es inexpresable por falta de instrumento de expresión; 
que su proyección exterior es prácticamente informulable." 

Josep Pla. El cuaderno gris. Destino. 1975. Pág.: 201.

A pesar de esta firme creencia en la imposibilidad de la expresión de su intimidad, Pla no dejó de escribir sobre sí mismo, y, en concreto, en la obra que se cita, hasta completar 669 páginas. Si uno no puede expresarse mediante palabras, siempre puede intentarlo de otra forma. Los instrumentos son muchos y distintos y, por más que cada uno, por sí solo, pueda sonar desafinado, cuando se integran en una orquesta, la orquesta de una vida, es posible que digan algo. Quizá el compositor o el director de la orquesta no aspiren a ser entendidos de manera clara y coherente, quizá únicamente pretendan que el público experimente un sentimiento parecido al que ellos sienten. Las fotografías, incluso las malas fotografías, las inesperadas, las caprichosas, son el instrumento elegido por mí, en esta noche, para expresar mi intimidad. 

Por más que el viajero llegue a lugares remotos, donde todo pueda ser diferente a aquello que conoce, si realmente vive para el viaje, lo que verá sin duda son imágenes que ya están en su interior. Y es que nadie puede ver lo que nunca ha visto, lo que es radicalmente extraño, ajeno a su mirada y a su ser. Por eso la cámara (y tras la cámara, el ojo) prestará atención a lo que uno lleva consigo, a lo que, estando fuera, está dentro de sí, sin importar lo más mínimo la falta de atención, la ignorancia o el olvido. 

En el Castello de Sanluri conviven ángeles y armas. Los ángeles y las armas ya estuvieron presentes en mi infancia. Ángeles y armas que tanto sirven para el ataque como para la defensa. 

  

Los pájaros y los relojes (sobre todo si son antiguos) son motivos recurrentes ante mi vista, metáforas del tiempo y de la victoria de la ingravidez. Y apenas cuenta si el reloj ya no funciona y el pájaro es sólo su representación metálica enroscada al cuello de una botella. 



¿Y qué decir de los paisajes, de la palmera altiva y solitaria y de las montañas que, siendo otras, son las mismas? ¿Qué decir del mar, siempre presente y cambiante, tan pacífico en apariencia pero que también hoy acoge en su profundidad, como en otro tiempo en la superficie, la violencia de las batallas y la desesperación de los ahogados.





En la iglesia alta de San Antioco, quizá la primera de Cerdeña (catacumbas de piedra convertidas en templo), un grupo de niños atiende las explicaciones de su maestra. A unos pocos metros, el esqueleto del santo se exhibe en una caja de cristal ornamentada con flores blancas y rojas, custodiada por candelabros de plata, sobre una mesa recubierta por una tela a su vez roja, escena perfectamente iluminada donde la muerte pierde su sentido y se erige en enigma irresoluble. 


El suelo de la plaza de esta iglesia, en este pequeño pueblo a la entrada de la pequeña isla unida mediante un istmo (y un puente) a la isla mayor, contiene no pocos símbolos "escritos" en sus adoquines. 




Pero finalmente, es un simple balcón el que nos revela la naturaleza de nuestro viaje. Un balcón onírico, de una simplicidad que desarma, cuya estructura y forma confirman lo sospechado: que en realidad, mientras creemos viajar, soñamos.


Salvador Alís.